20070411

El Asalto


Yo creo que no llegué a narrar bien el asalto del cual fuimos víctimas el 30 de diciembre en México, así que procedo a comentar (es largo):

 

Regresando de pasar la Navidad en Acapulco, en el camino a casa en el D.F mi padre divisó por la ventana un restaurante de nombre "La Fonda Argentina". Este descubrimiento fue carcomiendo su mente por toda una semana, hasta que llegado el día 30 de diciembre, decidió comentar:

 

-"Mamita, no me acostumbro a la comida Mexicana, y mañana vamos a estar ocupados… en el camino desde Acapulco vi una Fonda Argentina, y francamente extraño mi parrillita, mi asadito de tira, los entrecotes, un vinito… y la parrilla mexicana es diferente! Quiero parrilla argentina! Qué opinas, vamos hoy?"

 

Mi madre, que sospechaba de antemano sobre la visión periférica de mi padre aceptó sin mayor comentario, pero se acercó a mi en un momento y me dijo:

 

-"Tu papá ya se entusiasmó con parrilla, nos fregamos, sabe Dios qué clase de cuchitril vió por la ventana del carro!"

 

No pude más que sonreír, y terminar de alistarme. Eran las 2 pm y mi estómago rugía de hambre, y aparentemente mi hermano se encontraba en un estado similar. "El Jefe" (osea mi padre), había desayunado tarde y lo único que exhibía era su dentadura en una gigantesca sonrisa, producto de la satisfacción de sus caprichos gastronómicos. "Parrilla…", pensé, "Fantástico! De hecho que me como una vaca entera".

 

Y nada, a las 2:30 pm ya estábamos prontos a partir hacia el mentado local. Como es natural cuando uno busca un restaurante que vió por la carretera, nos demoramos un mundo en localizarlo, y así lo ubicamos tras aproximadamente tres cuartos de hora. El mal humor ya era un común denominador entre mi hermano y yo, y el otro era el rugido de nuestras famélicas tripas. Mi madre, un pastelito ella, dulce y serena rumiaba el pensamiento de que el local sería un antro de perdición. Mi padre tarareaba algo.

 

Apenas nos apeamos, pudimos contemplar sin dejar de mostrarnos sorprendidos, que el mentado antro tenía entre los coches aparcados delante suyo 3 BMW, un par de Harleys y un Mercedes, además de otras camionetas. Mi madre, gratamente sorprendida soltó en mi oido un "Carambas, no era un cuchitril después de todo… pero te apuesto que es carísimo! Jejeje".

 

Una pizca de maldad en aquella dulzura suya. Pimienta caballeros, pimienta para la vida.

 

Una guapa anfitriona, rubia y de ojos azules que evidenciaban su nacionalidad gaucha, nos abrió amablemente la puerta y nos acompañó a una mesa. La tercera mesa a la derecha de la puerta de entrada, frente a una ventana que ilumine la mesa. Y es que a uno le gusta ver su comida, no?

 

La carta, sin ser espectacular ofrecía todo lo que hubiésemos podido ordenar, por un precio relativamente alto, pero nada estratosférico felizmente. Ordenamos, muertos de hambre y sin intercambiar mayor palabra pues nuestro humor (el de mi hermano y el mío en cualquier caso) hubiese hecho que el más ligero argumento termine en una batalla a dentelladas en pleno centro gastronómico. Esperamos impacientes a que llegue la comida. Mi padre, su vino y su asado de tira iluminaban el local con chispeante algarabía. Al fin se salió con la suya. Nuevamente sin intercambiar palabras dimos cuenta de nuestro almuerzo dejando en poco tiempo nuestras tablas inmaculadas, tanto que un inspector de salubridad podría decir que jamás se comió sobre ellas. Felizmente, y ya casi a las 4:30 pm se vislumbró una sonrisa en nuestro rostro. El vino se paseó de copa en copa con alegría y pudimos charlar nuevamente, sin dejar de reprender a mi padre por habernos hecho esperar tantísimo. La vida era buena, las barrigas estaban llenas y teníamos planes de ir al cine en un par de horas. Qué mejor?

 

Se abrió la puerta, como siempre por la anfitriona, quién ésta vez no esbozó esa sonrisa que mi hermano tanto admiró momentos antes, sino pude vislumbrar un halo de contrariedad en su rostro. 3 caballeros, vestidos de manera humilde penetraron en la habitación con sendas bolsas deportivas en las manos. Hicieron todos un ademán de buscar algo dentro de ellas, extrayendo cual prestidigitadores sendas armas de fuego.

 

-"Quietos eseeee! Esto es un asalto carnales! No me mires cabrón! Que no me mires!!! Joyas, dineros y relojes sobre la mesa cabrones!" -  dijeron en el tono más natural del mundo, ni siquiera alzando la voz. La mitad de los comensales al fondo de la habitación seguían conversando de la manera más normal.

 

Mi madre, de la mitad de nuestro tamaño, pensó dos veces más rápido que nosotros. Pin, pan! Aretes, fuera. Zup, zup, zup! 2 sortijas y un aro fuera. Zap! Esclava fuera. Crack! Cadena afuera. Sólo le quedaba una cadena más que no lograba desenganchar, mientras agachaba la cabeza y escondía las joyas bajo el mantel. "Es un asalto chicos, un asalto! Es un asalto!" repetía en voz baja.

 

Mi hermano, daba cuenta de los últimos sorbos de su copa sin todavía entender qué es lo que sucedía. Yo, que no tenía más que un par de dólares en una billetera que en realidad no vale mucho, simplemente no supe qué poner sobre la mesa. Saqué mi reloj, y no llevaba conmigo el celular, pues no esperaba ninguna llamada en México, no?

 

Mi padre, que reaccionó pocos segundos después de ver a mi madre reaccionar, comprendió más por sus palabras que por la vista de los 3 sujetos armados, que algo no estaba bien. Tomó su billetera y agachándose la escondió debajo de la pata de la silla de la mesa siguiente. Se levantó y cruzó los dedos. Musitó un "Carajo… es un asalto, algo tengo que dar!". Se agachó nuevamente a recoger la billetera, extrajo 3 billetes de 50 dólares y los puso sobre la mesa. Depositó nuevamente la billetera bajo la pata de la silla y adoptó posición de sumisión, con la cabeza agachada sobre la mesa. Lo escuché nuevamente "Mierda… esto es demasiado." Y con las mismas, tiró un billete de 50 dólares al suelo, pisándolo. Tomó su reloj y se sentó encima. "Ya."

 

Mi hermano, que finalmente comprendió lo que sucedía, intentaba desembarazarse de su reloj de muñeca, el cual parecía haberse asido firmemente a ella, pues por más que intentaba sacárselo no conseguía el objetivo. Los ladrones seguían repitiendo:

 

-"Quietos cabrones! Nadie se mueve, al que se mueva le jalo el gancho! Celulares sobre la mesa carnal! Qué me miras? No me mires!!! Ya sé que soy lindo vieja, pero no me mires! Alhajas, joyas, relojes y lana sobre la mesa cabrones! Agacha la cabeza estúpido, que no me oyes?!"

 

Y seguían diciéndolo de la manera más natural y suave del mundo, pero con ese acento tan reconocible en cualquier parte de Latinoamérica.

 

Se acercaron a nuestra mesa, tomaron los 100 dólares y mi reloj, y pasaron sin decir más a recoger el botín de las siguientes mesas. La anfitriona lloraba echada en el suelo, por orden de uno de los criminales, y los demás mozos se encontraban boca abajo, sin oponer mayor resistencia. Algunas señoras lloraban y los caballeros apretaban la mandíbula, sin mascullar una palabra. Yo sentía el corazón latir fuertemente, y en mi cuello palpitaba la sangre de una manera brutal. Me ardía la sien y mi pensamiento, acelerado buscaba la mejor manera de reaccionar ante ésta situación. "Quieto, ni te muevas, entrega todo" fue lo que decidí.

 

Todas las películas de Van Damme, Stallone, Schwarzenegger, Jackie Chan, Bruce Lee, Steven Seagal corrieron por mi mente. Éramos tres hombres tan sólo en esa mesa. Tres hombres altos, fuertes y sanos, y ellos eran 3, bajitos, delgaduchos y no se veían especialmente feroces. Miré alrededor cuidadosamente y conté aproximadamente una decena de hombres más. Nada podía hacerse, ellos tenían armas. Esperé silenciosamente que uno de aquellos hombres no tuviese también un arma, y se desencadenase una balacera de la que sabe Dios quién hubiese podido resultar herido. Me apresté a serenarme en caso de que cualquier tipo de ayuda mía pudiese ser requerida en caso de algún herido. "Piensa." "Respira. "Piensa".

 

En mitad del asalto, el criminal que se encontraba cercano a la puerta de entrada, la abrió para dejar pasar a un grupo de tres señoras de avanzada edad, invitándolas a tomar asiento de la manera más educada. "Pásenle señoras, tomen asiento, en unos minutos termina todo y nos vamos".

 

"Joder…" pensé. Esto se veía cada vez más raro. Casi, casi me reí. Miré a mi mamá, que en estado de alerta observaba con agudeza cada movimiento, intercambiamos miradas por un segundo, y traté de relajar la mía para transmitir toda la seguridad y paz que pudiese, no estoy seguro de haberlo logrado. Mi hermano tenía la cabeza entre los brazos y se limitaba a seguir peleando con la correa de su reloj, y mi padre había agachado la cabeza, y creo que mascullaba maldiciones en alemán.

 

Se retiraban. Al fin!

 

Pero pasaron nuevamente por nuestra mesa, al ver el aro de bodas de mi padre. "Pinche gringo! El aro cabrón!" Mi papá, que por un instante no comprendió que se trataba de él se dio por aludido cuando el segundo criminal me dijo "El celular pendejo!", a lo cual improvisé en mi mejor imitación del acento mexicano un confianzudo "No traigo!". Mi padre alzó la vista apenas el segundo respondió "Cáchalo!" (y esto siempre es motivo de carcajadas entre mis amigos cuando cuento la historia). Pero no ejecutó la orden, y se limitó a recibir el aro de mi padre. Al acercarse nuevamente a la puerta anunciaron: "Que nadie llame a la policía, y tampoco salgan a mirarnos! O les jalamos el gancho!" Y salieron.

 

El salón quedó en silencio por un segundo, y pasado ese instante, se llenó de voces. Algunas mesas conversaban con la tranquilidad de haber pasado algo casi habitual, otras estaban exaltadas y escandalizadas. Nosotros, en un estado de trance, repasábamos mentalmente los hechos antes de comentar nada. Estábamos vivos, no nos habían robado mucho… y…

 

La cuenta!

 

Felizmente no nos cobraron nada. Y la cuenta era de 150 dólares. Así que como dijo mi papá: "Si no fuese por el aro y tu reloj, casi salimos ganando!". Naturalmente esto lo dijo un rato después, pues pasado el estado de alarma, mi madre se derrumbó en llanto, llenándose la mente de "Y si les hubieran disparado? Y si mataban a mi hijo? Y si mataban a mi esposo? Y si…?"

La pobre anfitriona salió llorando de debajo de la mesa y necesitó la ayuda de sus compañeros de trabajo para tranquilizarse.

 

Nosotros, nos matábamos de risa. Quizá sea la reacción normal tras superar un trauma así. Y nada, fuimos al cine y mi mamá, para cesar su llanto, se hizo acreedora de un nuevo par de zapatos.

 

Fregado, al día siguiente, 31 de diciembre, aun agachábamos la cabeza ligeramente al escuchar las explosiones por año nuevo.

 

Ahora, lo recuerdo con una sonrisa. "Cáchalo!"… no seas pendejo pues! A mi? Al Chepis?

12 comentarios:

El Rojo on 9:40 a. m. dijo...

Pinches cabrones! Menos mal que todos salieron bien librados...

Imberbe_Muchacho on 12:41 p. m. dijo...

cachalo al chepis!... ta que... da que pensar
Pero todo salio bien eh

Anónimo dijo...

jaaaaaaaaaaaaaaaajajaj un par de zapatos para tu mama jajaja

que buena

que tal historia

pero que bueno que nadie saliera magullado que siempre puede pasar

yo creo que me llevaria muy bien con tu viejo y con vino y con algunas carnes

no lo pensaria dos veces

y podria aguantar 3 horas con tal de esperar una buena parrilla en mexico

porque se que las parrillas son diferentes

pd gracias por lo del header, la proxima prometo salir como dios me trajo al mundo y tapandome con el mouse jajaja

pd2 cuando vengas vamos recien de compras para reventarnos el alma de la mejor manera: democraticamente, escojiendo todo con cuidado para destruirnos el estomago

jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaajaja

Gabriel on 8:01 p. m. dijo...

al final ustedes asaltaron a tu viejo!!!

oye pero facil que cualquiera suelta la carcajada cuando digan "cachen al chepis"...

pd. hasta la fecha ningun amigo me ha invitado a hacer compras

Serch on 10:34 p. m. dijo...

ta que la parte que mas me gusto (y no es que me regocije en el percance que viviste) es q tu pa, tuvo todo el tiempo del mundo, o el reloj se detuvo o algo asi pa poder hacer lo de la billetera, joder que si lo pescaban? cualquier cosa hubiera pasado, pero ya pes.. cuando vaya a mexico ya se a donde no ir!!
jejeje
saludos!!!!

shung on 11:28 p. m. dijo...

jajaja cachen al chepis.. ahahaha que gracioso! xD

darling on 10:17 a. m. dijo...

¡Anda! ¡Qué tal historia!

Gracias a Dios no hubo muertos ni heridos y hoy la tienes como anécdota interesantísima.

(está buena para hacerle el habla a cualquier señorita)

Blank on 4:46 p. m. dijo...

Que historia socio, terrible. Solo de imaginarme el momento se me erizan los pelos. Nunca me ha pasado algo asi, y cada viaje a Mexico ha sido un buen recuerdo. Y eso que pase año nuevo cerca de la Zona Rosa y según me habían dicho por ahi hay secuestros al paso.
Otro sí, para carnes mejores estan los restaurantes de parrilla Brazileiros. Con el perdon del Che que tengo en casa, pero las espadas de carne que te traen a la mesa en esos restaurantes son inigualables!
Bueno socio querido, espero esa experiencia no te vuelva a ocurrir porque Mexico es un país lindo. Fuiste a las pirámides?

Las Sinapsis de Azazel on 5:39 p. m. dijo...

cachalo? ummm al chepis? jajajaja, por cierto, por que chepis? un abrazo menos mal que todo salio bien ...

Ursula on 6:28 p. m. dijo...

Asu, que fea experiencia y que maestro tu papá escondiendo los billetes ja ja!... Lo importante es que las únicas pérdidas fueron materiales y se logró mantener la serenidad...
Saludos!

schatz67 on 10:04 p. m. dijo...

Que tal palta Chepis. Esa es una de las vainas de México, es uno de los países más peligrosos del mundo, inclusive mucho más que el nuestro.

Por eso dice la ranchera:"La vida no vale nada".Se puede decir que la hicieron linda, aunque el susto no se los quita ni pasandoles huevo.

Huevo? No pues, otra vez lo quieren perjudicar al Chepis.

Un abrazo

Schatz

Monica on 6:14 p. m. dijo...

a mi una vez me entraron a mi casa pero por suerte yo no estaba, ese día era el cumpleaños de mi madre y estábamos todos en uno de los restaurantes con parrilla por la zona en donde vive ella. por suerte no estuvimos y no nos paso nada